" No seremos nosotros quienes perturben su paz." |
Es curioso cuando vas a un lugar donde algo remueve lo más profundo de tu alma con sentimientos contradictorios de alegría y tristeza. Eso me pasa (y nos pasa) cuando nos reencontramos con los vestigios de nuestro pasado más remoto, los cuales nos alegra verlos aún en pie sorteando el tiempo y sus inclemencias. Nos volvemos como el anciano que añora su niñez y es incapaz de retornar a ese tiempo y lugar. Sin embargo, esto es aún más extraño, pues, ¿cómo puedo añorar un mundo que no conozco, pero intuyo como vivido? Ese dólmen, uno de muchos tantos que he visitado... Tan desnudo él, pues su manto protector fue arrasado... Mirando a las montañas, a los bosques... Y veo su declive. Lo que antaño debió ser sacro y protegido por alguna comunidad, ahora es rodeado por campos cada vez más extensos que ahogan su reposo y lo amenazan, pues muchos, por un simple de pedazo más de tierra por cultivar, son capaces de destruirlo sin dudar. ¡Todo sea por un poco más de grano! ¡Hay que alimentar a la bestia!
Triste es también cuando pienso en todos esos inconscientes que, para hacerse la dichosa fotografía, se suben a él, tan deteriorado, llegando incluso a subir encima sus bicicletas también. Horroroso también cuando aquellos que permiten que su jauría de perros-hijo entren en su interior y dejen sus inmundicias por cualquier rincón. Sin embargo, también me alegra pensar en aquellos que, al encontrarse con él, se sientan a su vera, dejan sus artilugios en algún lado cerca, pero sin llegar a apoyarlos, y disfrutan de la esencia del lugar. O cuando veo a mi hijo, que, como otros niños, lo miran y analizan con tremenda curiosidad ese monumento de piedra tan ancestral y les lleva a introducirse en sus antiguas piedras. Es de lo más importante enseñarles que han de respetarlo y, si quieren, que lo toquen con el respeto que merece.
Repito, no sé qué tenía de especial ese dólmen concreto respecto a otros ya visitados anteriormente, pero por eso mismo llevaré allí o daré su ubicación tan solo a quien creamos conveniente, que la montaña guarde el secreto y solo se lo rebele a quien el destino le lleve. No seremos nosotros quienes perturben su paz.
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