Yukio Mishima El "último samurái" Ilustración por "Devotio Iberica" |
Cada cierto tiempo, aparecen personajes que están destinados a “hacer historia”, no solamente en su comunidad, sino que, además, traspasan fronteras, valiéndonos a todos como enseñanza y ejemplo y generando un arquetipo. Estas personas suelen estar siempre acompañados de una vida trágica o atormentada, de un enfrentamiento interior, pero, a la misma vez, de unas capacidades y virtudes que superan a la mayoría de mortales, pareciendo ser “bendecidos por los dioses”. Mishima, desde mi punto de vista, entraría dentro de esa categoría.
A partir de aquí podría escribir un largo artículo definiendo a Mishima desde mi perspectiva, pero la verdad me parece un error. Aconsejo que, para conocerlo, debe ser a través de su obra y gesta, pues esa es su palabra. Desde luego, recomiendo especialmente sus ensayos que, para mí, son una genialidad. Las páginas de su obra contienen la “palabra de la acción”, palabras todas ellas resueltas y elocuentes, nada de filosofías enrevesadas que causan confusión o dobles lecturas. Es, como ya nombré, la “palabra de la acción”.
A partir de aquí podría escribir un largo artículo definiendo a Mishima desde mi perspectiva, pero la verdad me parece un error. Aconsejo que, para conocerlo, debe ser a través de su obra y gesta, pues esa es su palabra. Desde luego, recomiendo especialmente sus ensayos que, para mí, son una genialidad. Las páginas de su obra contienen la “palabra de la acción”, palabras todas ellas resueltas y elocuentes, nada de filosofías enrevesadas que causan confusión o dobles lecturas. Es, como ya nombré, la “palabra de la acción”.
Artículo escrito por Patriarca.
“(…)Vivimos en una sociedad mezquina, tratando de no crearnos conflictos entre nosotros y de armonizar nuestros intereses egoístas para vivir plácidamente. Y, sin embargo, albergamos en nuestro interior una secreta intolerancia por este tipo de moral, sobre todo en los periodos en los que la paz dura mucho tiempo a causa de la permanencia de un gobierno democrático. El pueblo sufre a causa de su deseo insatisfecho de acción y de lucha, y vive atormentado por las contradicciones entre ese deseo secreto y la moral cotidiana. Tiene miedo de escoger, pues desea conservar ambos estados. Y, si se ve en la obligación de tener que elegir uno, desea contar con motivos que parezcan «inevitables» a los ojos de todos. Un hombre común no se atreve a infringir la ley si no esta seguro de contar con el respaldo de una unánime simpatía. (…)
(Capitulo cuatro, Los modelos de la acción, Yukio Mishima)”
(…) La acción, podríamos decir, perece con su florecimiento; la lectura es una flor imperecedera. Y una flor imperecedera, por supuesto, es una flor artificial.
(El sol y el acero, Yukio Mishima)
“(…)Vivimos en una sociedad mezquina, tratando de no crearnos conflictos entre nosotros y de armonizar nuestros intereses egoístas para vivir plácidamente. Y, sin embargo, albergamos en nuestro interior una secreta intolerancia por este tipo de moral, sobre todo en los periodos en los que la paz dura mucho tiempo a causa de la permanencia de un gobierno democrático. El pueblo sufre a causa de su deseo insatisfecho de acción y de lucha, y vive atormentado por las contradicciones entre ese deseo secreto y la moral cotidiana. Tiene miedo de escoger, pues desea conservar ambos estados. Y, si se ve en la obligación de tener que elegir uno, desea contar con motivos que parezcan «inevitables» a los ojos de todos. Un hombre común no se atreve a infringir la ley si no esta seguro de contar con el respaldo de una unánime simpatía. (…)
(Capitulo cuatro, Los modelos de la acción, Yukio Mishima)”
(…) La acción, podríamos decir, perece con su florecimiento; la lectura es una flor imperecedera. Y una flor imperecedera, por supuesto, es una flor artificial.
(El sol y el acero, Yukio Mishima)
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